Eso es lo que ha sido el día, una jornada de relax, me he levantado tranquilamente y me he bajado a comprar el pan y a dar una vuelta por el rastro de mi barrio a ver que encontraba, a dar un paseo matutino y mezclarme en el bullicio de la zona, es de lo más agradable, dejarte llevar por la multitud y llegar a un punto en el que decides comenzar a buscar el camino de regreso. Una vez en casa de nuevo me he preparado un copioso desayuno y me he puesto en camino, he quedado con Fini a las tres así que ya llego con el tiempo pegado al culo.
Cojo la línea de bus 25 que habitualmente me lleva hasta Oxford circus pero hoy ha dado la sorpresa y sin previo aviso ha avisado de que la línea concluía en Holborn station y ahí nos ha abandonado a nuestra suerte, menos mal que hay soluciones para todo y al final he conseguido llegar haciendo slalom entre la multitud de Oxford st. hasta el lugar de mi cita no con demasiado retraso. Un delicioso café helado con Fini en una terracita y de ahí hasta Selfriedges, una tienda de alimentación con delicatesen de todos los países del mundo, como un pequeño Harrods pero con algún producto adsequible.
Al salir de nuevo hacia Oxford st. reenganchamos a María que sale de currar y nos vamos a ver una placita que a un jeque árabe se le metió entre ceja y ceja y le dio por comprarla entera, esas cosas que tienen la gente con pasta para aburrir... De camino vemos un concesionario de Porche, de Bentley e incluso uno de Rolls Royce y para rematar un coche eléctrico enchufado a un poste de la calle cargando las baterías, me ha encantado.
Siguiendo nuestro camino sin rumbo fijo a alguien se le ocurre pasar por un súpermercado y pillar algo de picoteo e ir a Green park a tirarnos un poco al césped, aprovechando que hoy ha sido el primer día de los que llevo aquí que no ha llovido en todo el día y que hace un sol de lo más agradecido. Entre cervezas, Doritos, hoteles, ordenadores y aviones se nos pasa la tarde y comienza a refrescar, así que llega el momento de la retirada. María se dirige a casa, que para no perder la costumbre tiene que volver a madrugar mañana para currar, y Fini y yo nos vamos a comer algo a la zona del Soho/Chinatown y después a ver una tienda de cosas de coleccionista de los más retro, me ha encantado.
Tras un largo viaje de autobús llegamos a mi casa para hacer un pequeño cambio de ropa, pues salir en sandalias por Bricklane no parece ser muy recomendable, así que aprovecho para enseñar la casa a Fini y para saludar a Andy y sus dos colegas australianos. El primer bar de la zona que Fini me presenta es el afamado 1001, tan afamado es que a la entrada nos realizan un cacheo que no me hicieron ni para entrar a la puerta de embarque de Valladolid y el portero resulta ser un negrito de lo más amable que al darse cuenta de que soy español por el DNI me dice en su mejor (nada bueno) castellano "Mi casa es tu casa, amigo". Y resulta que en ese bar podía haber echado horas y más horas. Una zona de bebidas y tabacos a la izquierda y otra barra de bocadillos y comida a la derecha nos dan la bienvenida y unas escaleras nos conducen hasta la primera parte del bar que consiste en media docena de mesas con sus respectivas sillas, al fondo un pasadizo conduce a la parte final del bar, una basta sala iluminada en un rojo intenso y repleta de confortables sofás y butacas preparados para compartir con nosotros un buen rato de charla. Podía haber invertido en ese mismo lugar el resto de la noche, hasta que Fini me recuerda que hay más bares que visitar y a ello nos disponemos. Tomamos otra cerveza un poco más rápida esta vez y acompaño a Fini a Liverpool station para que se coja un metro de camino a su casa y de paso veo donde está el famoso The ten bells, pub en el que Jack el Destripador elegía a sus víctimas. Me vuelvo a mi kely-cueva dando un garbeo por muy extraño que se me haga regresar de cervecear un viernes a las doce de la noche, si parece que sean las cinco, bueno, al menos ya me muevo por Londres con una soltura admirable, y cada día me gusta un poco más.
Cojo la línea de bus 25 que habitualmente me lleva hasta Oxford circus pero hoy ha dado la sorpresa y sin previo aviso ha avisado de que la línea concluía en Holborn station y ahí nos ha abandonado a nuestra suerte, menos mal que hay soluciones para todo y al final he conseguido llegar haciendo slalom entre la multitud de Oxford st. hasta el lugar de mi cita no con demasiado retraso. Un delicioso café helado con Fini en una terracita y de ahí hasta Selfriedges, una tienda de alimentación con delicatesen de todos los países del mundo, como un pequeño Harrods pero con algún producto adsequible.
Al salir de nuevo hacia Oxford st. reenganchamos a María que sale de currar y nos vamos a ver una placita que a un jeque árabe se le metió entre ceja y ceja y le dio por comprarla entera, esas cosas que tienen la gente con pasta para aburrir... De camino vemos un concesionario de Porche, de Bentley e incluso uno de Rolls Royce y para rematar un coche eléctrico enchufado a un poste de la calle cargando las baterías, me ha encantado.

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